Nunca sabemos cuándo vamos a morir… ¿qué pasaría si lo supiéramos? ¿Qué haríamos los últimos días? ¿El día anterior? ¿La hora o minutos antes? ¿Que quisiéramos hacer? ¿Estar con las personas que amamos? ¿Como seria nuestra oración hoy en la noche si supiéramos que mañana moriríamos?
El capítulo 17 de Juan nos muestra una que se puede llamar “la oración agonizante de amor” . y la hizo Jesús cuando sabía que había llegado su hora.
Jesús sabía que la oración es primordial para que la voluntad y el propósito de Dios se cumpla en la tierra. Muchas veces como cristianos descuidamos esa área de nuestra vida espiritual, y si Jesús, siendo la segunda persona de la Trinidad necesitaba tener esos momentos con Su Padre, ¡cuanto más necesitamos hacerlo nosotros!
Jesús pensaba en los tres años de ministerio y enseñanza que había pasado con sus discípulos amados y escogidos, Jesús se refiere a ellos como “aquellos que el Padre me dio” y vemos como en algún momento de la eternidad, antes de la fundación del mundo, en un momento dado el Padre decidió que seriamos un regalo para su hijo Cristo Jesús.
6 »Te he dado a conocer[a] a los que me diste de este mundo. Siempre fueron tuyos. Tú me los diste, y ellos han obedecido tu palabra. Juan 17:6
Esto es algo que se repite varias veces en esta oración. Y esto es particularmente importante cuando en esta oración Jesús pone en claro que pide al Padre por sus discípulos y por los que habríamos de ser alcanzados en un futuro. Su amor no quedó limitado a ese momento y a quienes estaban presentes sino a un futuro lejano y a generaciones venideras.
9 »Mi oración no es por el mundo, sino por los que me has dado, porque te pertenecen. 10 todos los que son míos te pertenecen, y me los has dado, para que me den gloria…”
24 Padre, quiero que los que me diste estén conmigo donde yo estoy. Entonces podrán ver toda la gloria que me diste, porque me amaste aun antes de que comenzara el mundo.
¿Alguna vez te has puesto a pensar en lo que esto significa? ¡Somos un regalo de Dios Padre para Su Hijo, para glorificarle con nuestras vidas que son tan valiosas para El!
Lo podemos ver nuevamente en:
Juan 6:37 Cristo dice nuevamente: 37 Sin embargo, los que el Padre me ha dado vendrán a mí, y jamás los rechazaré” y en el v. 44 “Pues nadie puede venir a mí a menos que me lo traiga el Padre, que me envió”
Venimos a Cristo por que el Padre nos trajo a Él, no porque nosotros quisimos venir. ¡Y lo hace por amor y misericordia!
Y mi parte favorita, es un versículo que abrió mis ojos y me hizo ver en verdad como nadie nos puede arrebatar de sus manos.
J uan 10:27 “ 27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. 28 Les doy vida eterna, y nunca perecerán. Nadie puede quitármelas, 29 porque mi Padre me las ha dado, y él es más poderoso que todos.[d] Nadie puede quitarlas de la mano del Padre. 30 El Padre y yo somos uno”.
Hermano, cuando Cristo hizo esa oración agonizante de amor no solo lo hizo por sus discípulos. Nosotros, sus ovejas, los hijos de adopción, lo que hemos creído en Jesús como nuestro suficiente Señor y Salvador, estábamos incluidos. Como lo declara con firmeza Pablo en Romanos 8:38-39 nada, ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni nada en la creación, podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús. Gloria a Dios por que nos amó antes de la fundación del mundo, Gloria a Cristo por que a través de su muerte nos dio vida, y porque oró por nosotros, todos los que habríamos de creer gracias al Evangelio predicado por sus discípulos.